Me quedé con tu voz,
padre insondable,
dolor de soledad
con grito agudo.
Me quedé sin recuerdos,
en medio de carencias
y rencores,
con ganas de exigirte:
¡regresa de la muerte
y el castigo!
Con ganas de mirar
tu rostro tibio,
tu distancia de dolor
y tu clemencia.
Como sombra de gato
en la ventana,
tu recuerdo se ocupa
de mi suerte.
Afortunado soy,
me comporto como un dolor
clavado en la cabeza
del futuro.
Me quedo con la canción
que no cantaste.
Con tu disco favorita de
Lara y sus interpretes.
Me quedo con el vaso
vacío de la nostalgia
y el vino encantador
de la serpientes;
el abrigo que llega
con la noche
o con la tarde final
de tu destino.
Te fuiste sin luchar;
no te perdono.
Veo la mano que tendí
y no alcanzaste.
La muerte es ese pozo
Interminable,
donde dragones
borran los caminos.
Felix, qué tristes y hondos pensamientos... me los imagino como navegando por tus sienes, tu cabello, mientras que las vagas imágenes de un "alguien" se mecen a través de tu ventana en la noche, mientras escribes.
ResponderEliminarUn beso.